miércoles, 4 de julio de 2012

Pregunta, respuesta

Quiero preguntar, pero no quiero la respuesta. Y es que la vergüenza ya me escupió en la cara una vez. Después de eso, me dejó tirada en un rincón, con la cabeza gacha. Y ya lo dije alguna vez. 
Pero quiero la respuesta y no quiero tener que preguntar. Porque si hoy abro la puerta y entra la vergüenza con sus miles de demonios a intercambiar opiniones, tengo que dudar, tengo que callar, y tengo que decirse que tiene razón pero que se descanezca para poder ponerme de pie y cerrar la puerta. Y tirarme en el rincón y agachar la cabeza. 
¿Para qué preguntar? ¿Para qué saber la respuesta? Si el valor que alguna vez me prometí se fue con ese escupitajo, si mi mano en mi cara no frena las lágrimas, si las lágrimas el pasado no cambian. 
Quizás pregunte, sí. Quizás tenga la respuesta. Porque entre el sí y el no ya no hay diferencia. Y el rincón..., ya me acomodé en el rincón. Ya me resulta más cómodo bajar la cabeza.

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