martes, 23 de noviembre de 2010

Su todo mi placer

"¿Acabás? Yo quiero que acabes", me dijo mientras mis piernas reposaban en su hombro derecho, sus manos abrazaban mis muslos, sus ojos miraban los míos y su sexo se introducía con fervor en el mío. Cómo no concederle el más solemne deseo de un orgasmo bien llamado orgasmo.
Después de eso, pudo llenarse de placer al llenar mi boca y mi cara de su ser. Y un vulgar y bien sentido "ay, qué linda que sos" continuado del casi más puro suspiro que puede dar un ser humano.
Si el sexo no es literatura no sé qué carajo es.