Martes 09 de febrero de 2010
Soñé con todos ellos y amanecí con ninguno.
He pedido opiniones a lo largo del tiempo. No estoy segura de que me sirvan del todo. Noto como si muchas cosas fueran un poco superficiales.
Sigo sin extrañar. Pero debo admitir que me encantaría compartir determinados momentos –dependiendo de cuáles sean– con alguno en particular.
Ya estoy un poco grande como para seguir siendo tan hija de puta. Por otro lado, todavía no creo que alguno sea capaz de solucionarme.
Podría poner unas fichas en uno. Como dije algunos días atrás, es como si me conociera aun sin hacerlo.
Sé que muchos de mis puntos de vista no son comprendidos. Tampoco me tomé realmente la molestía de explicarlos como correspondería.
A veces doy cosas por sobreentendidas. Hay límites que quisiera que exploten y que de ellos nazca una enorme ola de libertades. Difícil que ocurra.
Náusea otra vez. Y es entonces cuando me gustaría que él estuviese acá. Ya sea para entenderla, para alimentarla o para sacarla. Esa puta náusea.
Y yo gritaría algo similar a que se metan todas esas mierdas en el orto. Y él me abrazaría para calmarme, para demostrarme que lo entiende y para hacerme sentir acompañada con algo real dentro de toda esa falsedad. Tampoco funcionaría... Quizás.
A esas alturas se pierde un poco la perspectiva. Algunos profesionalismos ya me aburren. Creo que tengo ganas de algo un poco más improvisado.
¡Y ojalá todo salga mal!
Debo admitir que es cierto. Hasta la más perfecta soledad tiene un límite ya que, en algún punto, se tienen ganas de la presencia de alguien para satisfacer algunas necesidades.
¡Ojo! A veces las necesidades pueden quedar satisfechas por uno mismo.
Entonces, quisiera saber dónde estará el límite.
Soñé con todos ellos y amanecí con ninguno.
He pedido opiniones a lo largo del tiempo. No estoy segura de que me sirvan del todo. Noto como si muchas cosas fueran un poco superficiales.
Sigo sin extrañar. Pero debo admitir que me encantaría compartir determinados momentos –dependiendo de cuáles sean– con alguno en particular.
Ya estoy un poco grande como para seguir siendo tan hija de puta. Por otro lado, todavía no creo que alguno sea capaz de solucionarme.
Podría poner unas fichas en uno. Como dije algunos días atrás, es como si me conociera aun sin hacerlo.
Sé que muchos de mis puntos de vista no son comprendidos. Tampoco me tomé realmente la molestía de explicarlos como correspondería.
A veces doy cosas por sobreentendidas. Hay límites que quisiera que exploten y que de ellos nazca una enorme ola de libertades. Difícil que ocurra.
Náusea otra vez. Y es entonces cuando me gustaría que él estuviese acá. Ya sea para entenderla, para alimentarla o para sacarla. Esa puta náusea.
Y yo gritaría algo similar a que se metan todas esas mierdas en el orto. Y él me abrazaría para calmarme, para demostrarme que lo entiende y para hacerme sentir acompañada con algo real dentro de toda esa falsedad. Tampoco funcionaría... Quizás.
A esas alturas se pierde un poco la perspectiva. Algunos profesionalismos ya me aburren. Creo que tengo ganas de algo un poco más improvisado.
¡Y ojalá todo salga mal!
Debo admitir que es cierto. Hasta la más perfecta soledad tiene un límite ya que, en algún punto, se tienen ganas de la presencia de alguien para satisfacer algunas necesidades.
¡Ojo! A veces las necesidades pueden quedar satisfechas por uno mismo.
Entonces, quisiera saber dónde estará el límite.