Desde el momento en que todo esto se me asemejó a la idea de relación con compromiso incluido, que no paro de pensar en si tengo ganas o no de que eso pase. Qué sé yo. Ni sé si ponerme a analizarlo ahora o si desarrollar el resto de lo que vine a decir... Digamos que desde hace más de dos años que no puedo enfrentarme a la idea de un compromiso. Y cuando finalmente, creo poder hacerlo, simplemente ocurre que no es ni el tiempo ni el espacio (si lo habrán leido en este mismo blog ya).
Cuestión que pim, pam, pum, aparece alguien y todo pasa a ser divino. Pero después de haber pasado por una serie de cosas, como cumpleaños con familiares y amigos, cuatro noches seguidas de vernos y no tener sexo, un escape de un sábado a las siete de la mañana planificado en una mesa de un bar segundos antes de llevarse a cabo...
Qué bueno que después de eso, el domingo a la noche, vino y me la puso, porque te digo que yo ya me estaba poniendo mal. Bueh, perdón, pero aunque usted no lo crea yo soy un ser bastante simple. Yo cuando estoy con alguien, quiero jugar, quiero disfrutar y pasarla bien, como una nena chiquita con un mejor amigo. Así, todo el tiempo. Y cuando no quiero jugar, quiero coger. Es así de simple. Ocurre que se da en porcentajes bastante parejos. Entonces, de día quiero jugar, de noche quiero coger, o puede ser al revés, o puede incluso mezclarse entre mañana y tarde. No tengo drama con los horarios.
Y retomando, claro, a los veinticinco chistes de "estás de novia"..., y un poco que, como que qué sé yo qué decirte, mirá, ya me pongo nerviosa de una. Esteeeeemm, no, bueno, nada. Eso. Me asusto.
Me asusto y pienso en el sucio más sucio que me encantaría que me ensucie. Ente conocido en este blog. Si habrán leido de él... Y lo busco, me acerco de a poco y lo busco. Y él se da cuenta, y me deja buscarlo, y se asoma cada tanto. Pero siempre jugamos, porque él es un nene en una plaza o es un loco que grita y bebe lavandina. Entonces, rara vez con él algo avanza. Ocurre que mientras tanto, yo me divierto.
Pero este momento de replanteos y de intentar huir del fantásma de un título socialmente establecido se cruzó, casualmente, con el reciente acontecimiento de la disponibilidad de mi último facfrend —y a la mierda con el inglés—. Y para colmo de males, resultó ser que se quedó a dormir en casa, y durmió conmigo, en mi cama.
Sin embargo, no pasó nada. Tranquilamente pudo haber pasado, supongo. No lo sé. Yo no quise hacer el esfuerzo por buscarlo.
Lo que no sé es si fue por sentirme cómoda con quien me veo regularmente, o si es por sentirme un tanto casi te diría incómoda por volver a estar con quien ya había decidido dejar de estar. Aunque, bueh, la noche de mi cumpleaños y el living de mi casa no apoyan mucho a esta última opción. Claro que, los días pasan y para mi cumpleaños tampoco conocía a mi regular.
Quizás me mande a investigar qué carajo quiero realmente. Quizás dentro de un tiempo tenga otro ataque verborrágico y les cuente cómo continúa toda esta historieta.
(Y todavía seguirá sin etiqueta).