Adjudicándole todas estas palabras al fernet –siendo esta una sutil forma de justificar esta sinceridad–, te digo: sos un hijo de puta.
Sí, un hijo de puta. Porque eso no se hace. Debería ser inconstitucional. No digo ilegal, porque más de una de las cosas que hago son ilegales, aunque no deberían.
No es aceptable desde ningún punto de vista hacer lo que hiciste. No a mí. No a alguien como yo.
Viniste y, con palabras, me violaste. No, no te acuso ni te denuncio. La realidad es que no fue violación. Ambos consensuamos ese mismo acto. Estuvimos de acuerdo. Me corrijo entonces, y te digo que me garchaste. Y yo me dejé.
Más de una vez me acordé, textualmente, de tus palabras. Más de una vez expresé a modo escrito y oral la forma en que me sentí cuando leí lo que me habías dicho. Y puedo citarlo sin ningún problema, sin modificar un fonema siquiera.
"Me vienen recurrentes ganas de acostarme con vos y el colchón no me parece de lo más copado".
¿Cómo podría pasar desapercibido? Nunca nadie me dijo algo tan así. Tan puro, explícito, vulgar y tentador.
Te pago con la misma moneda. Vos viniste y me lo dijiste con algún porcentaje de alcohol y vaya uno a saber qué más en tu sistema. Yo hago lo mismo. Me bajo tres o cuatro copones de fernet y te escribo.
Te escribo que no acepto el hecho de que me hayas poseído en palabras y que después queden las ideas y ganas tiradas en la calle sobre una pila de cartones y muebles rotos que ya no sirven. Ni siquiera en un container. En la calle, en la vereda, en alguna esquina que sea un basural, donde la municipalidad se haya limitado a poner una virgen, pero que en nada cambia las cosas. Lanús está llena de esas, la localidad es un santuario. Entonces, ¿te das una idea de lo absurdo que se ve desde este lado? Un desperdicio, una molestia. Contaminado, todo contaminado.
Aceptaría que lo recicles. Que lo dejes guardado en alguna caja para después. Como esas cosas que se guardan porque se sabe que en algún momento pueden servir.
Pero, no. Ni siquiera puedo ocupar lugar al pedo. Hay quienes se sienten molestos con guardar porquerías. Y lo entiendo, aunque yo soy de esas que guardan.
Me escribiste, en ese acto me garchaste y después te fuiste. Asumo que razones bien válidas tendrás. No interesa cuáles. No pido explicaciones. Tampoco las doy cuando no es necesario.
El punto final es que la recurrencia ahora es sólo mía y sólo para que quede un regisro de esto, te digo que yo sí la guardo en una de mis cajas de cartón que pongo sobre el placard junto con muchas otras cosas que en algún momento sacaré de ahí para usar. Pero en este caso particular, el que tiene la voz de mando sos vos. Cuando quieras. Cuando seas gustoso de que baje esa caja, avisame. Y, de una buena vez, que no sea con palabras. Terminá lo que empezaste de la manera en que correspondería.
Sí, un hijo de puta. Porque eso no se hace. Debería ser inconstitucional. No digo ilegal, porque más de una de las cosas que hago son ilegales, aunque no deberían.
No es aceptable desde ningún punto de vista hacer lo que hiciste. No a mí. No a alguien como yo.
Viniste y, con palabras, me violaste. No, no te acuso ni te denuncio. La realidad es que no fue violación. Ambos consensuamos ese mismo acto. Estuvimos de acuerdo. Me corrijo entonces, y te digo que me garchaste. Y yo me dejé.
Más de una vez me acordé, textualmente, de tus palabras. Más de una vez expresé a modo escrito y oral la forma en que me sentí cuando leí lo que me habías dicho. Y puedo citarlo sin ningún problema, sin modificar un fonema siquiera.
"Me vienen recurrentes ganas de acostarme con vos y el colchón no me parece de lo más copado".
¿Cómo podría pasar desapercibido? Nunca nadie me dijo algo tan así. Tan puro, explícito, vulgar y tentador.
Te pago con la misma moneda. Vos viniste y me lo dijiste con algún porcentaje de alcohol y vaya uno a saber qué más en tu sistema. Yo hago lo mismo. Me bajo tres o cuatro copones de fernet y te escribo.
Te escribo que no acepto el hecho de que me hayas poseído en palabras y que después queden las ideas y ganas tiradas en la calle sobre una pila de cartones y muebles rotos que ya no sirven. Ni siquiera en un container. En la calle, en la vereda, en alguna esquina que sea un basural, donde la municipalidad se haya limitado a poner una virgen, pero que en nada cambia las cosas. Lanús está llena de esas, la localidad es un santuario. Entonces, ¿te das una idea de lo absurdo que se ve desde este lado? Un desperdicio, una molestia. Contaminado, todo contaminado.
Aceptaría que lo recicles. Que lo dejes guardado en alguna caja para después. Como esas cosas que se guardan porque se sabe que en algún momento pueden servir.
Pero, no. Ni siquiera puedo ocupar lugar al pedo. Hay quienes se sienten molestos con guardar porquerías. Y lo entiendo, aunque yo soy de esas que guardan.
Me escribiste, en ese acto me garchaste y después te fuiste. Asumo que razones bien válidas tendrás. No interesa cuáles. No pido explicaciones. Tampoco las doy cuando no es necesario.
El punto final es que la recurrencia ahora es sólo mía y sólo para que quede un regisro de esto, te digo que yo sí la guardo en una de mis cajas de cartón que pongo sobre el placard junto con muchas otras cosas que en algún momento sacaré de ahí para usar. Pero en este caso particular, el que tiene la voz de mando sos vos. Cuando quieras. Cuando seas gustoso de que baje esa caja, avisame. Y, de una buena vez, que no sea con palabras. Terminá lo que empezaste de la manera en que correspondería.